La revolución del plástico ha comportado efectos espectaculares en las unidades de maternidad. Hoy, al imaginar a una mujer de parto, es normal visualizarla con el brazo conectado a una bolsa de plástico a través de un tubo y con un catéter introducido en el espacio epidural. La perfusión de oxitocina sintética es la intervención obstétrica más frecuente en los cinco continentes. Cuando nos encontramos ante una situación sin precedentes, es prioritario plantear las preguntas apropiadas: ¿Por qué las mujeres modernas necesitan sustitutivos de esta hormona natural liberada por la hipófisis posterior? ¿Puede deberse esta necesidad a que su sistema oxitócico se encuentra alterado? ¿Quizás la capacidad para liberar oxitocina naturalmente y de forma efectiva se esté perdiendo de generación en generación como resultado de distintos aspectos de la vida moderna, concretamente la medicalización del nacimiento? ¿Se trata simplemente de un condicionamiento cultural debido a la industrialización del nacimiento? ¿Por qué sigue siendo un tema inexplorado los problemas que surgen de la posible transferencia de la oxitocina a través de la placenta? ¿Cuáles son los efectos a largo plazo de la oxitocina sintética en los niños a nivel cognitivo, de sociabilidad, de capacidad de amar y de potencial de agresión? ¿Cuál es el futuro de las civilizaciones nacidas por cesárea o con anestesia epidural o con perfusiones de oxitocina sintética? ¿Por qué las disfunciones genitales son cada vez más comunes, y por qué las estadísticas de lactancia no mejoran a pesar de las intensas campañas de salud pública? ¿Deberíamos proclamar el fin del parto inducido? ¿Cuáles serán los efectos de un sistema oxitócico progresivamente debilitado? ¿Es la reducción de la dependencia farmacológica en el trabajo de parto un objetivo totalmente ilusorio en el contexto científico del s. XXI? ¿Es una utopía pensar que en el siglo XXI seremos capaces de redescubrir las necesidades básicas de las mujeres de parto? ¿Nos encontramos en los albores de un nuevo paradigma? Todas las personas implicadas en el nacimiento deberían ampliar sus horizontes: tienen que aprender a pensar a largo plazo, pensar en términos de civilización.

NACIMIENTO EN LA ERA DEL PLASTICO

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La revolución del plástico ha comportado efectos espectaculares en las unidades de maternidad. Hoy, al imaginar a una mujer de parto, es normal visualizarla con el brazo conectado a una bolsa de plástico a través de un tubo y con un catéter introducido en el espacio epidural. La perfusión de oxitocina sintética es la intervención obstétrica más frecuente en los cinco continentes. Cuando nos encontramos ante una situación sin precedentes, es prioritario plantear las preguntas apropiadas: ¿Por qué las mujeres modernas necesitan sustitutivos de esta hormona natural liberada por la hipófisis posterior? ¿Puede deberse esta necesidad a que su sistema oxitócico se encuentra alterado? ¿Quizás la capacidad para liberar oxitocina naturalmente y de forma efectiva se esté perdiendo de generación en generación como resultado de distintos aspectos de la vida moderna, concretamente la medicalización del nacimiento? ¿Se trata simplemente de un condicionamiento cultural debido a la industrialización del nacimiento? ¿Por qué sigue siendo un tema inexplorado los problemas que surgen de la posible transferencia de la oxitocina a través de la placenta? ¿Cuáles son los efectos a largo plazo de la oxitocina sintética en los niños a nivel cognitivo, de sociabilidad, de capacidad de amar y de potencial de agresión? ¿Cuál es el futuro de las civilizaciones nacidas por cesárea o con anestesia epidural o con perfusiones de oxitocina sintética? ¿Por qué las disfunciones genitales son cada vez más comunes, y por qué las estadísticas de lactancia no mejoran a pesar de las intensas campañas de salud pública? ¿Deberíamos proclamar el fin del parto inducido? ¿Cuáles serán los efectos de un sistema oxitócico progresivamente debilitado? ¿Es la reducción de la dependencia farmacológica en el trabajo de parto un objetivo totalmente ilusorio en el contexto científico del s. XXI? ¿Es una utopía pensar que en el siglo XXI seremos capaces de redescubrir las necesidades básicas de las mujeres de parto? ¿Nos encontramos en los albores de un nuevo paradigma? Todas las personas implicadas en el nacimiento deberían ampliar sus horizontes: tienen que aprender a pensar a largo plazo, pensar en términos de civilización.